MUY RECONOCIBLE
la inocente amenaza del día
en el cuarto crece y se remansa
Llueve sobre mojado
esta tarde inscrita en el centro
de las últimas tardes
Lluvia que girando no decora
fantasía alguna
Tiempo que se alarma casi reversible
haciendo guiños vanidosos
al fetiche absurdo del silencio
A cada movimiento
y a cada movimiento de conciencia
ésta bromea entrecortadamente
sólo con el rastro que de inverosímil
va quedando en los objetos
la mesa la ventana
Nada es igual
nada ha cambiado
si pretendes discurrir versiones
novedosas del propio
incierto atónito protagonismo
Y así continúas quieto
al levantarte
quieto al aplicarte por fin a otras tareas
siempre como bajo el peso
de una duda antigua y aburrida
que siempre se cree en vano
resuelta y archivada
OTRA TARDE perdida
dubita enunciativo el viento de noviembre
que araña y golpetea tejados
y antenas y arrastra en torbellinos
el rastro hipnótico de la mañana
Agriados recortes de memoria
fresca buscando cobijo en ese papel
confortablemente doblado en que
amarillenta late todavía
una frase imprecisa
en trance de amarga
Mañana repensada
licuándose en estas horas falsas
teñidas de anhelos inoportunos
conflictos a deshora
La mañana se ganó
o se perdió mientras giran
aún rechinantes en el viento
prestados sus minutos
El geranio palpita pasmo
helado en un rincón de la terraza
Una camisa tendida
aventa su blanco patetismo
de armadura desarmada
Otra tarde impostoramente
engreída de fatiga
rimada del piar alegre
de gorriones extraviados
Otra ensoñación regalada
por capricho derivando
en dirección contraria
a todas esas nubes aburridas
Perdida tarde ahora
entre siempre
y nunca
CANSINA, bizqueando un poco,
apenas certera,
tristemente envuelta en un soplo helado,
saltaste, estrellita, de uno a otro
círculo del cielo,
resbalando como gota de lluvia amarga
a mis ojos desleales.
Y tú y yo otra vez, al cabo,
saludándonos en medio del alcohol
y el bullicio festivos,
y yo otra vez lamenté mis pasos turbios,
el torpe bailoteo de los pies
siempre en terreno recién desandado.
Qué desmemoriado espejismo de pronto
reprodujo tu brillo despistado,
una mota de añil,
una broma de plata,
un guiño intemporal,
quizá una miradita larga
de despecho a lo alto,
alguna tímida flauta incluso
sonando desde mucho más lejos,
desde algún ingenuo jardín olvidado.
Es ahora, al término de dos días,
o dos décadas,
cuando creo realmente empezar a comprendernos,
bajando la cabeza,
como osando por fin mirar
bajo tus faldas
de soslayo,
apenas curioso,
y no sin cierto desdén,
como un viejo donjuán
a la que ahora es su nieta.
TU INQUIETUD vorazmente
acomodada en la altura
es más alta que tú y más activa
más experimentada y experimentadora
Ya ha dado inicio
a su trabajo paisajístico
su afanoso muestreo de colores
vibrante melodía verdinegra
atonalmente cercada
de un vértigo azulado y perezoso
y verdes de amarilla impaciencia
o vapor o suavidad
seca irrespirable
EN LA SALA de espera,
la anciana activa y achacosa
que no sabe, no puede, tendría que
hacer una llamada, y
el bolso, las gafas, la
cartilla, ¿sería
usted tan amable?...
Pero ha llegado tu turno
y escapas presuroso.
La sonrisa ceremonial del especialista
se tuerce un tanto al asegurar
poco después: no tiene nada,
no hay que preocuparse.
El elusivo laberinto
que trazan en el aire para ti
sus manos amistosas,
su sonrisa tan pulcra
y ceceante como su bata blanca,
activa el lógico anhelo filial
de enfermar un poquito.
Y tu postura sobre un pie
es insegura al despedirte
tocado por la súbita descarga de la duda,
la misma duda en que adivinarás
más tarde en la escalera
el quid del gesto de la anciana
viéndote marchar tan de soslayo,
aquello que gustosa prestaría
a tu aprensión
bajo contrato.
NOS QUEDA EL SENTIDO común
aunque ya no es el mismo
el que vela
el que espera como un bálsamo
su maldición campechana
No es el mismo
el que ignora y el que sabe
y no supo atender buenos consejos
y el círculo argumental vuelve
a cerrarse
Aunque queda el sentido común
arrojado héroe de novela
dudando tan porfiada y noblemente
que su magna indecisión
alcanza a conmover
con la misma mágica coherencia
que la sensatez
UNA ALTERACION en el paisaje turbio
fisura melancólica
por donde algo en la memoria
se me escapa y me busca
antigua pieza de lejanía nerviosa
que no halla asiento en mi pupila
ni alcanzo a comprender si reconozco
Brisa fresca que sin avisar
me rodea como sombra y me señala
ubicándome
Rumor fatigado de pinos
grieta lateral
veladura verdinegra
Fragmento reencarnado de algún Corot
sereno bosquecillo húmedo de lluvia
y desnudo de tiempo
mientras las nubes
alguien que fui yo
cree que sisean maliciosas
nos vamos y nos quedamos
nos vamos y nos quedamos
nos vamos y nos quedamos
© José L. Fernández Arellano
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